quarta-feira, 15 de julho de 2009

Esa paz de la Villa

El de Punilla es aquel valle mágico en el que nos metemos desde Villa Carlos Paz, la espléndida ciudad al borde del lago San Roque. Navegamos subidos a un catamarán por éste, el primer lago artificial de Sudamérica, creado para abastecer a la capital de la provincia. Desde el agua vemos el barrio de Villa del Lago, uno de los más exclusivos de la ciudad, el Club Cazadores y Pescadores y los clubes náuticos. En el centro del lago se observa el Cerro de la Cruz, el más alto de la ciudad. Llegamos al embudo, una de esas obras de ingeniería de tal dimensión que uno se pregunta si es humana o natural. Vimos la aerosilla desde el barco y aquí vamos, una generación más que sube sentadita. Al final de la avenida Estrada encontramos el tobogán gigante, el mejor acuario de Córdoba, los puestos de artesanías y los vendedores de salames, quesos y vinos pateros, pero el aire y el silencio se hacen gigantes cuando nos elevamos.

Al llegar a la cumbre, posamos para la foto. Argentinos. Visitamos las terrazas, tomamos algo en la confitería y salimos a los miradores. Nos detiene la visión de los cordones montañosos de Los Gigantes y las Altas Cumbres.

El mundo es un planeta mágicamente calmo desde allá arriba. El tiempo se detiene. Todo es perfecto. El complejo también ofrece un viaje en "aerotren" por un circuito que circunvala la cumbre de la sierra, practicar arquería, andar en cuatriciclos, una piscina., la alegría de los chicos. Desde el catamarán habíamos visto el Cerro de la Cruz, y ahora ahí estamos, en la cruz, tras una hora de caminata por una tranquila senda.

La inmensa cruz blanca es de cemento y tiene 15 metros. Desde este cerro se ve a lo lejos Bialet Massé, aquí abajo toda la Villa Carlos Paz, y distinguimos en el lago nuestro catamarán. Alzando la vista hasta el horizonte, el sol de la tarde se reflejará en el agua que huye por el valle hacia el norte.Otros trekkings son más exigentes: por las Sierra Chicas, a la Cascada de los Chorrillos, o a Cuesta Blanca. Y hay desafíos que se impregnan en el alma: a Los Gigantes, al Parque Nacional Quebrada de Condorito, a Champaquí, a la Reserva Hídrica Pampa de Achala.

En Villa Carlos Paz se hace todo. Es la Broadway del valle y también la base de las aventuras. Son de una belleza siempre asombrosa las travesías en 4 x 4. Nos lanzamos al Cerro Los Gigantes; entramos en las Sierras Grandes. Vamos por la Pampa de la Hoyada, Quebrada del Río Yuspe, Pampa de San Luis y llegamos al Macizo de los Gigantes para recorrer sus planicies. Para quienes aman el vértigo y poseen destreza para trepar por las piedras, todos esos cerros están llenos de regalos y rutas de muy diferentes dificultades, paredes verticales y profundas quebradas.



Por Cosquín, con otra música



La ruta 38 une las distintas localidades del Valle. Con rumbo norte, pasamos por Bialet Massé, Santa María y llegamos a Cosquín. Aquí Cosquín. Antes del folclore en fiesta, la localidad fue famosa por su aire bueno, que curaba las enfermedades respiratorias. Nos subimos a las bicicletas y nos metemos todo ese aire en los pulmones, en un paseo formidable por el escenario del pueblo. Salimos del centro hasta encontrar el río Cosquín. Llegamos al embalse Marimón, cruzamos el río y andamos por un sector de playas, arboledas y murallones de piedra. Hacemos esperar a las bicicletas cuando encontramos un trampolín invitándonos a zambullirnos en un pozo profundo. Otra vez cruzamos el Cosquín para observar las compuertas del dique y en un rato vemos el Cerro Pan de Azúcar, también con su cruz.

Por la Costanera encontramos el balneario Buenos Aires salpicado de los colores de las mallas de los bañistas y luego el paraje Piedras Azules, donde el río corre entre grandes bloques de rocas, junto a una arboleda frondosa a cuya sombra toman mate las familias refugiadas del sol de las sierras.

Un poco más y estamos en el balneario La Toma, la playa preferida por los turistas, bien provista de todos los servicios. Otros balnearios aparecerán antes de que encontremos el lugar donde los ríos San Francisco y Yuspe se unen para formar el Cosquín.

Las revelaciones del festival de folclore nos envidian este recorrido, aunque sabemos que la Sole andaba jugando en un arroyo, doña Mercedes Sosa convidaba unas empanadas a la sombra de un sauce y Atahualpa Yupanqui le canta sentado en una piedra del Cielo a un cerro de piedras pintadas ("algún día he de volver, dice, por tu camino de cabras").



El Castillo y El Edén



Estamos a sólo 52 km de la ciudad de Córdoba. En Valle Hermoso, camino a La Falda, está El Castillo que mandó hacer un inmigrante italiano preñado de nostalgia por Florencia.

El medioevo está injertado en Córdoba, rodeado de cuatro hectáreas de parques y jardines, decorado con delicadeza cada uno de sus rincones, concentrando el virtuoso trabajo artesanal sobre maderas, piedras y hierro. El castillo abrió como hotel en 1939, luego estuvo cerrado durante veinticinco años, pasó a la UOM y fue adquirido por sus dueños actuales, que lo reinauguraron como Hotel Resort & Spa. Lo recorremos mientras en la cocina preparan el banquete, que luego es servido con la ampulosidad de la realeza.

Ya en La Falda está el Edén Hotel que, inaugurado en 1898, fue el inicio del turismo en el lugar como referente de la hotelería provincial y nacional de la época.

Autoabasteciéndose totalmente, hasta 1945 fue lugar de esparcimiento de las clases adineradas y se complació en recibir personalidades de todo el mundo, como el Príncipe de Gales, el poeta Rubén Darío y el mismísmo Albert Einstein. Seguramente Einstein se habría sacado una foto en el reloj Cucú de Diagonal San Martín y Avenida Patria. O quizás anduvo por la alta Pampa de Olaen, donde se hallaron restos arqueológicos de más de 8.000 años y donde se erige la Capilla de Santa Bárbara construida en 1756 sobre el camino Los Riojanos, ramal del histórico Camino Real que llegaba hasta el Alto Perú.

Quizás se habrá asomado don Albert a la misteriosa máquina del tiempo de este valle, aunque seguramente la olvidó al llegar a la Cascada de Olaen, donde su corazón de niño se habrá asombrado con las numerosas ollas labradas en rocas de 600 millones de años, entre las que juegan las cascadas. Einstein no habrá podido reprimir el impulso de arremangarse los pantalones y disfrutar de la frescura del agua de la montaña. Se habrá llevado a su laboratorio el ruido de la cascada en la cabeza y el temblor del piso en el cuerpo.

Otras cataratas inolvidables están en el Complejo Recreativo 7 Cascadas, con piletas, asadores y un tobogán acuático. Cerca del Parque Puma, por el camino del Molino de Oro, se llega a la Gruta de San Antonio.

Dicen que allí hay tesoros enterrados por los jesuitas. La actividad minera realizada en Córdoba dejó galerías casi secretas. Explorar las cavernas naturales y las mineras es una tentación. A principios de los noventa se descubrió, en una cantera abandonada cerca de La Falda, la Caverna El Sauce, la más grande de la provincia. Hoy, con guías, allí se pierde la noción del tiempo y del espacio observando los minerales creciendo como plantas: "costras coralinas" blancas, restos de helictitas de formas arborescentes que alcanzan hasta 20 centímetros y forman racimos de finas agujas blancas y "coliflores" de piedra de hasta 25 centímetros de diámetro.

Capilla del Monte y el Uritorco

Continuamos al norte por la 38, pasamos por Huerta Grande, Villa Giardino, La Cumbre, Los Cocos. Merodeamos jugando a encontrar joyas en el fondo de un jardín, el arroyito de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos, que dejamos hace 30 años. Sentimos cómo el aire refresca al subir. La paz de las sierras nos absorbe y las revoluciones de la ciudad bajan. Entramos en el tiempo de la madre tierra, que allí es de piedra, grande, mansa y prehistórica.

Capilla del Monte está al pie del cerro Uritorco, a esta altura, un personaje un tanto excéntrico. Dicen que es todo entero de cristales de cuarzo y que absorbe, amplifica, conduce y almacena la energía. Por lo que produce profundas transformaciones en los humanos. Se lo trepa esperando lo inesperado, y se encuentran miles de piedras mágicas. Camino a San Marcos Sierra, a pocos km de allí, está la Posta del Silencio, donde se exhiben desde amatistas hasta lapizlázulis y diferentes tipos de cristales. No menos enigmáticos resultan Los Torreones, un bosque de esculturas de piedra del tamaño de gigantes oníricos, inmóviles en la Quebrada de La Luna (otros parientes se han detenido en Piedra del Aguila, en Neuquén; Talampaya, La Rioja; o Ischigualasto y Valle de la Luna, San Juan). Dicen que los tallaron en areniscas triásicas los ríos y los vientos y los siglos. Uno se llama "la ciudad perdida", otro "la bota", otro "el honguito". Quien se anime, puede caminar entre ellos. Seguramente, vivirá una experiencia a la que podrá volver siempre. t

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