quarta-feira, 15 de julho de 2009

Dicen que Don Chicho Gil, de ochenta y pico, casado, con tres hijos y un par de nietos, monta su caballo y lleva sus vacas al pastoreo en los valles malargüinos. Están al pie de la cordillera que allí, en esas latitudes, tiene estampa patagónica y no cuyana.

Don Chicho es una institución: tiene un campo frente a una salina, donde pone el ganado en la invernada. Y Malargüe es Mendoza, aunque no tiene el verdor de las viñas. Malalgüe, devenido en Malargüe significa "lugar de bardas, de rocas sedimentarias y canteras de yeso". Esteparia, con algunos vergeles donde se produce semilla de papa, con un ir y venir de "piños" -grupos de chivos custodiados por perros baqueanos- y un suelo rico en fósiles, es un escenario para vivir experiencias que trascienden al folleto turístico.

Basta con mezclarse entre los malargüinos y escuchar sus historias. Por ejemplo, la del puestero que ceba mate, sentado a un costado del camino, con su "viciera". El hombre apoya sobre una de sus piernas una tira de género con dos bolsas, una para la yerba y la otra para el azúcar. "Es pal vicio, vio", dice. Y arranca con la historia del Pozo de las Animas, "donde se oyen esos chiflidos de los difuntos que no descansan en paz, vio". Y aunque sea una formación geológica con dos enormes pozos provocados por un derrumbe del yeso del suelo, por la acción de las aguas subterráneas, para el paisano eso no es gran cosa.

No le importa demasiado saber que son "dolinas" (nada que ver con el conductor radial), unas cavidades subterráneas por las que salen silbidos como de una gigantesca quena natural cuando sopla el viento.

Con este arriero conviven jóvenes formados en minería o en la tecnicatura en conservación de la naturaleza, para guardaparques, que se desesperan con el tráfico de piezas paleontológicas y aquéllos que están restaurando la capilla y sueñan con hacer lo mismo en el Molino Rufino Ortega, ambos monumentos históricos en el centro de la ciudad, atravesado por la emblemática ruta 40.



Sabores cultivados



También está César Gatica, casado, papá de dos nenas, hijo de médicos lugareños, que es técnico en acuicultura por la Universidad del Comahue, quien hace 20 años tuvo un sueño y lo hizo realidad. Es dueño de un criadero de truchas salmonadas -Cuyam-co (agua que nace de las piedras)- que se cultivan en aguas de vertiente de extrema pureza y un coto de pesca.

César atiende personalmente su pequeño restaurante junto a los piletones repletos de peces y ofrece un menú exquisito que arranca con paté de trucha ahumada y pan casero, trucha al horno con vegetales y un postre tradicional: "Tenemos ambrosía, el postre preferido de Sarmiento, que es como un flan de leche, blanco y muy dulce. o la piña bogotana". Y advierte: "El paté tiene bastante ajo malargüino, somos grandes productores".

Otra pasión es la del paleontólogo Angelo Pradeiro, que está armando la ruta de los dinosaurios junto a San Luis, San Juan y La Rioja, redescubriendo las huellas de esos gigantes de 70 millones de años. Se sale de la vaina por decir que pronto habrá un nuevo parque paleontológico en Malargüe, "pero todavía guardamos un poco el secreto", dice.

Y también está la voz del doctor Julio Rodríguez Martino, que explica cómo funciona el Observatorio Pierre Auger, que estudia rayos cósmicos y que se instaló allí "porque el aire es purísimo, el cielo límpido y hacían falta 3.000 km2 de superficie plana para instalar los detectores".



Excursión a la laguna



El observatorio y el planetario digital hacen de Malargüe un verdadero polo del turismo científico. Aunque eso sería quedarse corto. A muchos les sorprende que tenga termas en Los Molles, a 50 km sobre la ruta 222, y que Las Leñas, buque insignia del turismo de esquí, esté allí, cerca de la Laguna de Valle Hermoso, con 3.000 metros cuadrados de superficie y 80 m de profundidad.

Ricardo Solís, del grupo Tierra Firme, organiza una excursión hasta el mirador de la laguna -2.700 msnm-, y al llegar, abre un champán, convida un maravilloso bizcochuelo de papa hecho por su mujer, Marité (ex colaboradora de Francis Mallmann cuando el chef tenía a cargo la cocina del Hotel Piscis, en Las Leñas) y saca una bandera argentina.

"Es que aquí se siente la argentinidad", dice con una emoción contagiosa. Las vistas, en ocres y rojos, son realmente imponentes: el Paso El Planchón, un cruce a Chile, hacia el oeste; entre picos veteados de azul hacia el este, El Sosneado...

Sobre su camión español, un IVECO táctico militar con carrocería especial para travesías con turistas, Solís encara el ripio de ese tramo, desanda el camino y tienta: "Vamos a comer chivito", dice. Mejor, imposible. En Malargüe es famosa la "Fiesta Nacional del Chivo", el primer fin de semana de enero. Este año se asaron mil y un chivos, por lo que entraron en el libro Guinness. Una primicia es la que da Fabiana González, la responsable del área de turismo: "El matadero de la ciudad acaba de inaugurar su planta de envasado al vacío para la venta de chivo en piezas. Así puede llegar a las góndolas de los supermercados en raciones y se optimiza la exportación. Ya les vendemos a los árabes y a los judíos, porque se faenan trozos kosher".



Tesoros naturales



González está orgullosa de los tesoros naturales de Malargüe: Caverna de las Brujas, Castillos de Pincheira, Laguna de Llancanelo y La Payunia. Todos esperan que empiecen las obras viales de pavimentación de la ruta al sur, la 40 enripiada que pasa por Bardas Blancas, La Pasarela y Ranquil Norte, y los comunica con Neuquén.

"Hoy no tenemos micros que ingresen por el sur; todos los que vienen a Malargüe tienen que hacerlo por San Rafael o en vuelos charter.". Pescadores de truchas, un dique en construcción -el Portezuelo del Viento-, arrieros que entrenan perros recién nacidos entre los chivitos, para que crezcan asimilados y sean luego guías, 180 sitios arqueológicos, petroglifos y tolderías originarias de pehuenches, puelches y mapuches, guanacos -en vías de extinción- y choiques -ñandúes petisos- se codean con descubrimientos espeleológicos y cósmicos, conciertos de música clásica en las cavernas "embrujadas" y congresos en el "Thesaurus", un palacio de convenciones con tecnología de punta.

Es cierto. En Malargüe no hay vino (por ahora). Pero todo lo que tiene despierta las emociones y la imaginación: esa mezcla explosiva entre lo arcaico del cretácico con la vanguardia científica, el pasado remoto con dinosaurios y el futuro cuántico, es de un atractivo singular. Quizá, único. t

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