sábado, 21 de novembro de 2009

madre e hija

Crecer antes de tiempo
Un nuevo fenómeno se instaló entre las chicas de 8 ó 9 años: creen que son grandes y quieren actuar como tales. Copian a las adolescentes en costumbres, estilos y actitudes, desde sus cuerpos de nenas. Especialistas sugieren cómo debemos reaccionar las madres ante tatuajes, maquillajes y respuestas contestatarias.

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Las Barbies comparten un estante de la repisa con un esmalte de uñas con brillantina y un lápiz labial. Desde la pared, un gatito de peluche mira sonriente; y un poco más allá, congelada desde un póster, Britney Spears lanza su mirada de femme fatale. Sobre el escritorio hay de todo: un diario íntimo lleno de stickers de ídolos, hebillas con mostacillas y mechitas de colores, un libro de cuentos, un perfume y un álbum de fotos. La escena se completa con unos cuantos CD´s de los cantantes pop del momento desparramados por el piso, y la compu y la tele funcionando al mismo tiempo. No se sabe si es el cuarto de una nena o de una adolescente. Es tan confuso como la transición que viven hoy las nenas de 8, 9 y 10 años. Que quieren vivir como grandes cuando todavía son chicas.

Porque, según los especialistas, éste es uno de los fenómenos sociológicos del momento: los tiempos se aceleraron y la adolescencia no sólo se estiró sino que se adelantó.

Hasta hace diez años, se empezaba a transitar la preadolescencia más tarde y de forma más inocente. Es tan fuerte el cambio que este nuevo grupo hasta tienen un nombre que los define: tweenies o tweenagers (término que resulta de la unión de teenagers -adolescentes- con wee -pequeñitos-). Es la franja que corresponde a los chicos de entre 8 y 12 años, pero sobre todo a las nenas. Porque ellas están viviendo la infancia pero toman las actitudes y las conductas de la adolescencia. Son las chicas de la era de la informática: consumidoras de tiras televisivas, de revistas para adolescentes y de mucha información teen a través de Internet.

Ellas lo hacen todo antes y más rápido que diez años atrás. La licenciada Graciela Aonsio, directora del Centro Psicológico de Belgrano explica que "la Organización Mundial de la Salud ubica la adolescencia entre los 10 y los 25 años. Hoy existe un fenómeno social y cultural que consiste en promocionar un ideal de juventud. Y en este mensaje de que 'hay que ser joven', se borran todas las edades. Desde que empiezan a caminar, a los chicos se los viste con ropa que parece de adolescente". Para el licenciado Antonio Biscardi, de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, este fenómeno no es nuevo: "Comenzó a principios de los noventa. El preadolescente se encuentra en una zona intermedia entre el adolescente y el niño. En esta época, las chicas tienen modos de pensar y de actuar que antes se daban más tarde. Esto un poco está impulsado por la sociedad de consumo: siendo preadolescentes antes de tiempo, comienzan a consumir más artículos también antes de tiempo". Gabriela M. es mamá de Estefanía (12 años) y cuenta que su hija comenzó a transitar la preadolescencia a los diez: "Empezó a no aceptar los límites, a competir por el poder y a desautorizarme. Y además, ya hace cosas de adolescente, como teñirse algunas mechitas de color azul o querer hacerse un tatuaje. Se generaron tantos conflictos en casa por esta situación, que decidimos hacer terapia familiar. Más que nada porque siento que no la puedo manejar. Hay momentos en los que ella no tiene claro si quiere ser una nena o una adolescente".

La psicóloga Diana Rizzatto, especialista en niños y adolescentes y vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, explica: "Antes se consideraba que la adolescencia se iniciaba con el desarrollo de los caracteres sexuales primarios y secundarios, pero ahora no es así. Y si bien la biología no sufrió grandes cambios, las costumbres sí. Por ejemplo, los chicos de 10 años ya van a bailar a la matinée. Este es un buen negocio para el empresario que tiene el local, porque duplica el número de clientes. La infancia es hoy un importante mercado consumista y todo lo que se ponga de moda tiene un fuerte impacto en esta franja". La psicóloga Angeles Sanz, responsable del Centro de Investigación y Terapia de la Conducta, en España, afirma que "esta preadolescencia precoz tiene que ver con la liberalización de las costumbres y el aumento de la información".

Un fenómeno cultural

En 1996, las Spice Girls, el grupo pop conformado por cinco chicas inglesas que revolucionaron el planeta, incitaban a las nenas a crecer de golpe y a convertirse en adolescentes antes de tiempo. La televisión también tiene parte de responsabilidad en todo esto. En muchas series y telenovelas los chicos se ven obligados a enfrentar situaciones que son de personas adultas. Gabriela, la mamá de Estefanía, es consciente de esta situación: "Algunos programas sostienen que un chico de 9 ó 10 años, que no tiene madurez, debe tomar decisiones y saber qué es lo que le viene bien. Y a esa edad, todavía no tienen un criterio para discernir y tomar decisiones. Por eso, no quiero que mi hija vea ciertos programas, aunque me venga con el planteo de que sus amigas sí los ven". Rizzatto dice que todos los padres se quejan de este tipo de cuestionamientos: "Los chicos presionan a sus padres con un argumento fuerte, el 'todos mis amigos lo hacen...' y enarbolan la bandera de la discriminación frente a cualquier negativa paterna. Además acompañan toda defensa de sus deseos con la vehemencia propia de esa edad. Frente a estas demandas los padres se sienten confundidos, porque esto es muy diferente de las experiencias que ellos vivieron. Por un lado dicen 'me parecen muy chicos, ya van a tener tiempo', por el otro no quieren aparecer como padres anticuados, ni quieren que sus hijos se sientan 'los únicos' excluidos de las costumbres del grupo de amigos, y en la mayoría de los casos terminan cediendo, aun sin estar convencidos respecto de la decisión".

Otro síntoma de esta etapa es que las nenas comienzan a cuidar su figura, a estar pendientes del espejo y, antes de tener el cuerpo preparado para la sexualidad, se animan a seducir. Se maquillan y se visten a la moda. El licenciado Biscardi sostiene: "No es un crecimiento real e integral, sino uno provocado por los medios y la necesidad comercial. Los chicos que van a bailar antes de saber de la sexualidad, lo hacen por una cuestión comercial. El crecimiento que los hace suponer adultos es una alteración total del ritmo cerebral que impone dormir por la noche y vivir durante el día".

"Los chicos de 12 a 14 de ayer son los de 10 a 12 de hoy", dice Bruce Friend, el vicepresidente del canal de cable Nickelodeon. Es que los canales infantiles de cable tuvieron que cambiar su programación para responder las necesidades de los preadolescentes. Cartoon Network, Fox Kids, Discovery Kids, Magic, Nickelodeon y Disney Channel tienen segmentos ideados para la generación tween. Y esto es importante, porque se trata de una franja que tiene mayor poder de decisión de compra que los más chicos en rubros como golosinas y música: ya van al kiosco a comprar por su cuenta.

Pros y contras

La licenciada Rizzatto sostiene que este fenómeno debería verse "como una moneda con dos caras. Puede considerarse que este cambio tiene un lado positivo y otro negativo. En mi opinión personal no veo ventajas en hiperestimular a los chicos para que se interesen y adopten costumbres precozmente en relación a su desarrollo físico, pero tampoco resultará favorecedor preservar una infancia 'inocente', ajena a muchas realidades del mundo que nos tocó vivir, ni que la inserción a la vida adulta sea brusca y sorpresiva como era hasta hace algunas décadas".

Pero en "Others People Children", un trabajo que se realizó hace poco en Estados Unidos, se exploraron los pros y contras de este fenómeno. Estos chicos sienten una presión sin precedentes. La sociedad los obliga a ser adultos antes de tiempo. Mientras pasan cada vez más tiempo delante de la televisión y la computadora, el espacio social donde pueden jugar se está achicando. Ahora los chicos padecen estrés infantil, una enfermedad que antes era exclusivamente de los adultos.

Por otro lado, un estudio publicado en el Journal of Health Promotion reveló que el 30% de las chicas norteamericanas de 10 años adopta medidas para perder peso. Esto es gravísimo, ya que seguir una dieta en la preadolescencia puede afectar el crecimiento y elevar el riesgo de padecer fatiga, irritabilidad, baja autoestima y depresión. La licenciada Aonsio explica que "las chicas tienen una presión sobre su imagen y su cuerpo. Sobre ideales estéticos que son superficiales. Tenemos una cultura de la imagen y el cuerpo es su templo. Todo está atravesado por la sexualidad: ese cuerpo deseable empieza a formarse a una edad en la que todavía no se tienen intereses sexuales". En cuanto a las consecuencias negativas de este crecimiento precoz, Aonsio se permite hacer una comparación: "es como si cocináramos a fuego fuerte un trozo de carne. Va a estar arrebatada por fuera y cruda por dentro. Así se puede ejemplificar cómo es hoy una chica de 10 años. Esta precocidad la puede perjudicar si se ve obligada a tomar decisiones antes de tiempo. Y algunas de las consecuencias graves pueden ser hasta la anorexia, la bulimia, las drogas y el alcohol". Biscardi dice: "A veces las chicas no están preparadas porque su desarrollo hormonal no acompaña los cambios de su entorno. Pero se ven forzadas a cumplir con los ideales de su grupo de pertenencia. Entonces, el plano de lo que realmente desea cada una es sustituido por el del 'lo que debo hacer'. A veces se puede caer en patologías como la depresión. Porque la soberbia y la omnipotencia de la adolescencia se contradicen con el hecho de seguir absolutamente dependientes de los padres".

¿Qué se puede hacer? Mariana T., mamá de Laura de 9 años, hizo del lema "Cada cosa a su tiempo" el caballito de batalla para lidiar con los planteos de su hija. "El otro día, me comentó que quería hacerse un tatuaje en la espalda. Entonces le expliqué que lo mejor sería esperar a que tenga más edad para tomar una decisión tan importante como grabarse un dibujo que le quedaría para toda la vida en el cuerpo. Lo entendió y no volvió a hablar más del tema", cuenta Mariana.

Aonsio entiende que es necesario que la familia sea el puente entre lo social y la preadolescente. Para Biscardi también la familia tiene la misión de mediar en esta etapa: "Los padres deberían hablar más con sus hijos, ampliarles el campo de posibilidades y seleccionar lo que ven por la televisión. Y si quieren seguir a un ídolo y copiarlo, hay que dejarlos. Es una moda. Lo importante es acompañarlos y, al mismo tiempo, brindarles otros modelos de identificación. No para competir con los que los chicos eligen, sino para ampliarles su mundo". Y aclara: "Es fundamental que los padres no pretendan vivir su propia adolescencia no vivida en sus propios hijos". Por su parte, Rizzatto sostiene: "Lo que pueden hacer los padres, en esta etapa de la crianza, es tener las ideas claras, evitar las marchas y contramarchas sobre lo que está permitido y prohibido, consensuar entre ambos padres -vivan juntos o separados- cuáles son los valores, normas y reglas con las que se maneja esa familia. Escuchar y aprender a negociar para permitirle a los chicos su participación en las decisiones, pero sin perder las ideas que cada familia considera fundamentales para la educación de sus hijos. No tenerle miedo a los 'embates verbales' con los que los chicos expresan sus deseos. Y, ante cualquier duda, buscar asesoramiento. Mejor que curar es prevenir".

Este fenómeno social es un hecho. Para evitar contrariedades, es importante no asustarse ante las contestaciones de esa chiquita rebelde que hasta el año pasado era una nena que no se dormía si no le leían un cuento antes de acostarse. Hay que intentar pasar el momento con mucho diálogo. Ofrecerles contención también suele ser una salida muy eficaz: hacer que las nenas sientan que pueden jugar a ser grandes, y siempre tienen en casa el apoyo de mamá y papá.
"Se maquilla pero tiene miedo de entrar a una habitación a oscuras"

Alejandra Escalante, mamá de Pía (9 años)

"A los siete años, Pía empezó con cambios en su carácter. Pero es un fenómeno que también veo en todas sus compañeritas de escuela. Están como aceleradas, quieren cosas diferentes a las que quería yo a su edad. Quiere elegir qué ponerse y qué comprar, está pendiente del espejo, se maquilla y le encanta usar mi ropa. Además cuestiona todo y siempre quiere tener la última palabra. Pero se da una contradicción: por un lado es muy independiente pero, por el otro, tiene miedo por la noche o no le gusta entrar sola a una habitación a oscuras. Se cree una adolescente pero en el fondo sigue siendo una nena. Otro cambio es que empezó a tener ídolos y quiere ir a los recitales, pero todavía no la dejo porque me parece muy chica. La tele es todo un tema: hay ciertos programas que no le dejo ver porque creo que no son adecuados para su edad. Y aunque muchas veces me corre por el lado de que sus amigas los ven, me mantengo firme. Creo que es una forma de ponerle límites. Es como si tuviera una doble cara. Por un lado tie ne el cuerpo de una nena de 9 años pero, por otro, quiere hacer las cosas de una chica de 13. Es muy confuso hasta para ella misma, porque nunca termina de ubicarse. Los tiempos biológicos no coinciden con los de su cabeza. No sé si es bueno o malo que sea así, pero es cierto que es bastante complicado. A veces me cuesta saber cómo actuar, cómo hacer para que entienda que es chica para determinadas cosas y grande para otras."

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