domingo, 14 de junho de 2009

Suena el timbre del recreo. Los chicos del colegio Modelo Banfield tienen hora libre por la ausencia de una docente. La mañana invita a sentarse en el patio para absorber los rayos del sol de otoño que aún calienta el cuerpo. Algunos se sientan contra la pared, pero la mayoría comienza a debatir alrededor de una gran caja de cartón. Cintya Díaz, una alumna de 3º de Humanidades recorta las letras que van a conformar la palabra Garrahan.

La adolescente es una de las responsables de que la caja se llene de papeles que serán donados al hospital infantil, donde los reciclan y los venden.

La actividad es parte de un proyecto solidario que involucra a los alumnos del establecimiento y que los compromete con las problemáticas sociales que se viven en la actualidad.

En muchos colegios de la región se llevan a cabo proyectos de estas características que marcan una tendencia a la institucionalización de la solidaridad como parte de un proyecto pedagógico que involucra a los chicos, a los docentes y directivos.

“Para el Garrahan estamos juntando papeles. Mi tía trabaja en el hospital y me pidió que llevemos papeles. Por eso hacemos estas cajas grandes para que los chicos los dejen en el interior. Vamos a poner una en la entrada, otra en EGB y una en el patio para tratar de juntar la mayor cantidad posible. También vamos a llevar cajas a otros colegios como el Westminster”, cuenta Cintya, sin dejar de recortar la cartulina.

Así los chicos, que atraviesan una etapa contestataria como es la adolescencia, canalizan sus ganas de participar de algún modo en lo que Carlos, alumno de 3º de Economía, define como “un pequeño aporte por revertir injusticias sociales” y colaboran con nenes que acuden a hogares de la periferia para proveer lo que quizá será su única comida del día.

De esta manera se produce un intercambio que enriquece a ambos sectores, el de los jóvenes de clase media que tienen ganas de compartir las vivencias con los que menos tienen y aportar un granito de arena para revertirlas y las de los chicos de los barrios más humildes que sufren las consecuencias de la falta de oportunidades.

El compromiso con estás cuestiones creció en los colegios de la zona hasta pasar a formar parte del proyecto educativo. En la sala de recepción del Colegio San Andrés de Banfield hay una cartelera que enumera los ítems que componen la propuesta educativa del establecimiento. En la misma se ofrecen, entre otras cosas, los idiomas inglés y portugués, la participación en pasantías laborales y también en proyectos solidarios.

“Nosotros trabajamos con un proyecto solidario desde hace diez años. Se llama Maitén y apadrinamos una escuela en el sur del país, en un pueblo que se llama Maquinchao y que tiene un alumnado que es 80 por ciento mapuche. También tenemos un hogar en José Mármol con el que vamos a empezar a colaborar . El lugar tiene dos casas que se van a unificar y nosotros vamos a trabajar en todo lo que es pintura”, explica Claudia Stavron, profesora de historia del lugar y responsable de los proyectos.

En el colegio, la participación de los alumnos es activa. Están organizados en delegaciones y cada representante le comunica las decisiones y los pasos a seguir al resto de los compañeros.

“Mensualmente se realizan visitas a los hogares. Acá el objetivo no es sólo donar, sino que se pueda dar la interacción entre los chicos, tiene que ver con compartir vivencias. Compartimos meriendas, obras de teatro, festejamos juntos el Día del niño y también Navidad. Son chicos e interactúan fácilmente”, destaca la docente.

El proyecto educativo contempla la posibilidad de que siempre haya proyectos solidarios.

En 1994 los alumnos del colegio fueron a la escuela Maquinchao, en Río Negro.

“A los chicos los incentiva mucho el contacto directo con los nenes de jardín o de los hogares. El intercambio de experiencias entre pibes que vienen de realidades diferentes es algo formidable”, indica Stavron.

Los trabajos son extracurriculares, sin embargo, el año pasado el San Andrés apadrinaba a un hogar de Turdera e invitaron a los chicos a pasar la tarde acá en un horario que no era el escolar y los alumnos respondieron, llenamos la escuela.

Por su parte, en el Colegio Newlands de Adrogué se les manda notas a las familias en las que piden que los alumnos concurran a clases con elementos para donar a Cáritas y a entidades como el Hospital Lucio Meléndez o a guarderías del distrito.

“De manera curricular los chicos tienen una materia llamada “Aprendizaje en servicio” y desde allí acuden una vez por semana a los lugares con el fin de aprender desde la ayuda al prójimo. Durante todo el año, cada curso del nivel polimodal realiza estas tareas comunitarias”, asegura Pablo Ventos, preceptor del establecimiento educativo.

El colegio colabora con el Geriátrico Erézcano, el Colegio Laboral Nº 7, la Guardería Virgen del Valle, la Guardería Betharrán, Cáritas, el Hospital Lucio Meléndez y con la Escuela de Hipoacúsicos de Burzaco.

En el colegio Westminster funcionan dos comisiones, una que es la del jardín de infantes Dulce Hogar , al que hace 10 años que apadrinan y la otra del Hogar Estrella Azul en el que los trabajos solidarios comenzaron el año pasado. Allí los alumnos se encargan de juntar cosas para donárselas a los chicos.

“Ahora el Hogar Estella Azul necesita un nebulizador y se lo estamos consiguiendo. El año pasado les hicimos a los chicos bufandas, cuellitos y gorritos. Para el Día del niño hacemos la fiesta del juguete y en invierno también juntamos frazadas o zapatillas que son cosas que necesitan mucho”, afirma Soledad, estudiante de 2° de Arte.

El Westminster está haciendo una campaña porque el jardín Dulce Hogar ubicado en Transradio necesita agrandarse. “Queremos juntar plata para que puedan tener materiales”, dice Vanina.

Los proyectos les dan la posibilidad a los alumnos de tomar contacto con chicos de su edad que sufren muchas carencias.

“Muchas veces no nos damos cuenta de las necesidades que pasan otros chicos porque afortunadamente no las sufrimos, pero es importante involucrarse con la dura realidad que le toca vivir a chicos como nosotros”, reflexiona Fernando, alumno del Modelo Banfield.

El Instituto Alfa San Gabriel, también de Adrogué trabaja con la guardería Capilla del Señor. “Cada mes, en función de la necesidad del momento, se define una prioridad como la más importante y es ahí donde hacen hincapié. Para mayo la necesidad fue la ropa de abrigo por lo cual durante estas tres semanas juntamos prendas y serán llevadas al lugar para saldar, aunque sea parcialmente, la necesidad”, explica la directora Mirta Verbauvede.

La iniciativa, que tiene dos años, fue impulsada por un espacio curricular especial llamado “pobreza y acción”. Hoy ese espacio, debido a los cambios de la educación, desapareció, pero la iniciativa la continúan los espacios de catequesis.

Según la directora, los chicos responden de manera positiva al trabajo solidario y la idea primordial es que “no sólo se queden con su propia realidad, es decir lo que ellos tienen, (que no está nada mal porque es una escuela de chicos con nivel medio o medio alto, que no conocen mucho de carencias) sino que también contemplen lo que les falta a los demás”.

En el primer año del nivel polimodal, la ayuda se realiza en el marco de catequesis. En segundo año, en la materia Psicología y en el tercer nivel, Sociología.

En Almirante Brown, el colegio Luján, el Del Sol y el Modelo Mármol entre otros, también contemplan la solidaridad dentro de su proyecto educativo.

Los ejemplos de colegios que trabajan con proyectos solidarios se repiten. En muchos establecimientos existe la afortunada convicción de promover un puente entre la escuela y el resto de la comunidad como un aporte a mejorar las relaciones sociales.

Así, entre matemáticas, historia, geografía y lengua aparece un espacio extra curricular destinado a la solidaridad y a la participación con el último fin de reactivar valores que parecían perdidos por una curiosa inmunidad ante dolor ajeno y que se redepositan, envueltos en la esperanza, en las generaciones venideras.

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