Comunidades sostenibles de hoy
Las Ecoaldeas son lugares creados para compartir una forma de vida respetuosa con el entorno y son también espacios de convivencia que propician el desarrollo humano de las personas que los habitan. El ideal que conduce a los integrantes de las ecoaldeas a materializar sus proyectos se sustenta en un funcionamiento sinérgico y cooperativo que integre las actividades humanas en el medio natural sin explotarlo ni dañarlo. Un intento tan antiguo como el ser humano, que siempre tuvo que buscar el apoyo del grupo para sobrevivir, y protegiendo el entorno, pues al ser su única fuente de recursos no podía agotarse. Actualmente todavía existen comunidades tradicionales que sirven de ejemplo para los modernos pueblos ecológicos.
Se busca la autosuficiencia, la autogestión y la sostenibilidad además de propiciar adecuadas normas de convivencia, siendo las relaciones personales la piedra angular de estos proyectos idealistas, de los que existen ejemplos en los cinco continentes. A las comunas de los años 70 les han sucedido las aldeas o pueblos ecológicos actuales, donde predominan las casas individuales o familiares y los espacios comunes donde reunirse, compartir tareas y celebrar la vida.
Desde la década de los sesenta se produce un progresivo despoblamiento de las áreas rurales hacia la ciudad. En paralelo, y sobre todo desde principios de los setenta -como respuesta a la crisis global energética, ecológica y de valores sociales y humanos- se inicia un movimiento alternativo de retorno al campo que pretende una forma de vida más tranquila y en contacto con la naturaleza. Opción que implica un cambio de mentalidad, donde la base de la convivencia es la búsqueda del equilibrio personal y un eje coherente de actuación en lo básico: agricultura y ganadería biológicas, bioconstrucción, utilización de energías renovables, practicar un consumo consciente y responsable, cooperar dentro de una economía solidaria... Como modelo de diseño se ha popularizado la Permacultura, que se comienza a practicar en fincas individuales desde un planteamiento integral y sinérgico, buscando la autogestión, la autosuficiencia, la recuperación de zonas degradadas, la conservación de los recursos y la no contaminación.
Comunidades Intencionales
Los 80 son años donde numerosos asentamientos humanos integrados fructifican en todo el mundo y, como consecuencia de la posterior disolución de muchos de estos proyectos, se produce una evolución en los planteamientos. Es en los años 90 cuando cuajan las comunidades intencionales, ecoaldeas o ecobarrios. Se trata de una transformación cultural profunda, gestada desde la crisis global, que pretende un nuevo orden natural sobre la tierra. La sostenibilidad es el principio sobre el que se asientan estas nuevas ecosociedades, algo que implica el consumo consciente y la reducción del gasto energético así como la intencionalidad de que el beneficio no sea individual sino colectivo y del medioambiente.
La nueva cultura se impulsa en estas comunidades sostenibles o pueblos de elevada conciencia ecológica, que sólo existen si se comparte, donde los alimentos son ecológicos, se construye a conciencia y se recuperan métodos locales, se consume lo cercano, se usan materiales de la zona y recursos del lugar. La pérdida de calidad de vida estimula a buscarla, a querer vivir mejor personal, social, espiritual y sosteniblemente.
Consecuentemente, los retos a los que habrán de enfrentarse estos grupos pasan por la creación de sistemas biológicos en áreas como la canalización de las aguas residuales, los alimentos y los animales, y la edificación de espacios en base a criterios de bioconstrucción y respeto al medioambiente.
La Cooperación, base del crecimiento
La comunidad es la concreción humana de pertenencia al medio y el equilibrio con él. Para compartir se debe partir de una filosofía clara o intención que será la argamasa que facilitará a la comunidad crecer unida y prosperar. Para conseguirlo, hay que plantearse con quién se quiere compartir los ideales y debe de existir un anhelo de transcendencia; pues pasar de la individualidad al grupo implica transpersonalizarse. Entonces la propia dinámica armoniosa grupal facilitará materializar proyectos inalcanzables desde la individualidad. Para que el grupo se consolide, es necesario compartir experiencias, establecer métodos de decisión colectiva, forjar expectativas comunes, llegar a tácticas, estrategias y acuerdos, idear métodos de resolución de conflictos, mantener relaciones con el exterior y mejor si existe un medio de comunicación que informe de lo que sucede. Las personas han de realizar un cambio interno para elevar su autoestima y así tolerar a los otros, ser generosos, escuchar y hablar desde el corazón, ser perseverantes y pacientes, tener seguridad y confianza en el proyecto , esperanza y optimismo, usar el amor contra el miedo y anhelar la bondad compartida.
Crear una ecoaldea supone vivir un tipo de vida en armonía con la naturaleza que, al alejarse de los valores sociales imperantes, supone un ejemplo demostrativo de que se puede vivir el ideal. Implica ser osado, ya que se va a recorrer un camino poco transitado, poseer una visión clara y compartida de lo que se quiere, lo que exige la puesta en común y la búsqueda del acuerdo, descansando las soluciones en los valores e intuiciones del grupo. Compartir esperanzas y resolver en común consolida las relaciones personales y afianza el proyecto, despertando la confianza y la apertura de uno hacia los demás.
Organización y sostenibilidad
Según el modelo de algunas Ecovillas que funcionan desde hace 20 años, como Maleny en Australia o The Farm en U.S.A., organizarse bien supone planificar los objetivos en un mapa de actividades que recoja la manera de realizar la tarea: pasos a dar, cómo hacerlo y cuando. Luego queda compartir la experiencia para aprender unificando la razón y la intuición. Este mapa de actividades tendrá en cuenta el biosistema integrado, el entorno construido, el sistema económico, las decisiones y la unión del grupo, y será flexible y visual. No se debe olvidar la administración y la parte financiera, que bien resuelta nos permitirá vivir aquello que deseamos, logrando la autosuficiencia y la creación de puestos de trabajo. Incluso ingeniar bancos alternativos de la ecoaldea, que puedan prestar dinero a los miembros para comprar tierras, construir casas o emprender nuevos proyectos. Una ecoaldea debe encontrar seguridad económica, diseñando las posibilidades del lugar y del grupo para poner en marcha diversos negocios que abastezcan a la comunidad. Proyectos económicamente viables, respetuosos con el entorno y que proporcionen a los habitantes un puesto de trabajo. Estimular la reinversión del dinero en el proyecto común y dar lugar a procesos grupales, es un objetivo prioritario.
Dentro de la colectividad habrá de existir conciencia de integridad ecológica, lo que implica vivir en armonía con los sistemas naturales, transformando los residuos y usando los recursos ambientales para cubrir necesidades. Quien decide integrarse en una ecoaldea, lo hace con el aliciente de disfrutar de mayor calidad de vida en contacto con el silencio y la salubridad de la naturaleza. En el grupo, y dentro de este individualmente, cada uno ha de hacerse responsable de sus decisiones y ha de comprometerse con su propio crecimiento personal y camino evolutivo. La visión ha de ser compartida y existir igualdad de oportunidades. Hay que fomentar el sentido de comunidad, los procesos participativos no jerárquicos, democráticos y abiertos. Y la colaboración con otras comunidades, siendo también solidarios con otros proyectos.
Mar Lana
Ecovilla de MALENY (Australia)
La Ecovilla de Maleny está situada en Queensland (Australia) y fue fundada en los años ´70 por un grupo de 6 personas gracias a que en aquella época este núcleo rural estaba casi abandonado y la tierra era barata. La primera necesidad que el grupo quiso cubrir fue el suministro de alimentos integrales. Entonces crearon una cooperativa de productos ecológicos que en el año 1978 no sólo abastecía al grupo sino que con los excedentes se abrió una pequeña tienda. Actualmente la cooperativa tiene 600 miembros y 60 productores.
En el año 1983, influidos por la Permacultura, deciden crear sus propias instituciones financieras y en 1984 fundan la Institución Crediticia Maleny, que se encuentra en el centro de la Ecovilla y sirve a 3.000 miembros concediendo préstamos para adquirir tierras, casas, pequeños negocios que han reinvertido en la comunidad. También en Maleny se utiliza el LETS, estrategia económica alternativa que permite comerciar sin dinero y recupera el concepto de que la riqueza de la comunidad reside en sus bienes y servicios, no en su dinero. En 1991, dos mujeres de la comunidad fueron elegidas para el Ayuntamiento, con lo que se impulsó la participación local y crearon la Fuerza Rural Especial, compuesta por 180 miembros que velan por que se haga un uso sostenible de la tierra en beneficio de toda la ciudad, no sólo de la comunidad rural. En 1994 abrieron el Club de la Cooperativa, lugar donde comer, realizar conciertos en vivo, fiestas y compartir experiencias. Finalmente se ha constituido una Fundación que permite comprar tierras y un Centro de Aprendizaje y Formación.
Gracias a que sabían lo que querían y cómo realizarlo, que sus intereses respondían a una necesidad de compartir con otros y de asumir responsabilidades, han conseguido vivir en armonía y realizar un proyecto donde prima la calidad de vida, la integración en la naturaleza y la visión global compartida.
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