quinta-feira, 3 de dezembro de 2009

acampar

Comenzó el buen tiempo y dan ganas de tomar aire. Arroyos, ríos, montañas y toda la costa argentina nos están esperando. ¿Por qué no probar algo diferente? Por ejemplo, planear un campamento con los hijos, la familia o los amigos, algo que debería hacerse al menos una vez en la vida.

Ir con la carpa a cuestas ya no es sinónimo de turismo estudiantil. Existen mochileros de alta teconología, campamento con restaurante y estancias que ofrecen desayuno campestre -con leche ordeñada y pan casero- a sus huéspedes acampantes.

En Gualeguaychú hay un camping con sector VIP y en San Clemente del Tuyú, otro con rotisería y delivery hasta su tienda. Los precios, es incuestionable, son más baratos: entre 4 y 25 pesos por día.

En términos generales hay tres tipos de campings: agreste, libre y organizado. Los primeros tienen letrinas, agua potable y proveeduría, pero los libres, aunque requieren un permiso de estada, no brindan infraestructura alguna, aunque estén habilitados por las autoridades locales o la Dirección de Parques Nacionales. En general se los elige para pasar la noche rumbo a otro destino.

En un predio organizado, algunas cuestiones ya están resueltas: sanitarios, luz eléctrica, proveeduría, parrilla, teléfonos públicos, vigilancia y, a veces, juegos infantiles, amarre, atención médica y zonas para practicar deportes.

Aunque en éstos las vacaciones ecológicas son más fáciles, hay que familiarizarse con el código que rige a un vecindario de campamentistas. Allí nadie espera a un peregrino cuyos actos estén dirigidos a subrayar una sola frase: Llegué yo.

Si en la juventud vio muchas películas de mochileros, debe creer que las guitarreadas duran hasta la madrugada. Deje de lado los iconos del séptimo arte, porque nada es más inexacto: el silencio es muy apreciado en un camping.

Cuidado con los vecinos
La premisa básica es que todas las actitudes de un viajero repercuten en sus vecinos incidentales. Y hay dos ítem que requieren especial atención: la fogata y el tratamiento de los residuos.

No es necesario armar un fuego incendiario. Uno pequeño es más fácil de controlar y apagar, antes de dormir o abandonar el predio. Para extinguirlo, no basta con retirar los leños. Se debe arrojar agua en las cenizas y removerlas. Mejor aún es la combinación de agua, arena y tierra.

En cuanto a los residuos, cualquier predio debe dejarse como se lo encontró. La basura orgánica se entierra y la inorgánica (pilas, vidrios, plásticos, latas, etcétera) se recoge en bolsas y deposita en el lugar indicado.

Nada debe tirarse en un curso de agua, ni siquiera los restos de comida. El uso de jabones y detergentes se restringe a lo indispensable.

Dentro de un camping sucede lo mismo que al transitar por las rutas patagónicas: todos se saludan, aunque no se conozcan.

Pese a que todos acuden con una actitud positiva hacia la naturaleza, esa premisa se hace añicos cuando el perro propio hurga en una carpa ajena o se dejan restos de comida a la intemperie, para que pájaros y animales conviertan el predio en un chiquero.

Por otra parte, actualmente existe un equipamiento muy amplio para ir de campamento, que incluye desde garrafas descartables hasta colchones comodísimos. Sin embargo, sería en vano buscar en la selva o la montaña el confort que encuentra en el sillón de plumas de su casa. Pase por alto la ropa arrugada, un poco de barro, los insectos dispuestos a arruinarle la fiesta, y vaya en busca de otras emociones, más cerca del titilar de las estrellas.

El abecé del campamentista
Alto y seco es la regla básica: acampar en un terreno alto, seco y sin pendiente. Nunca cerca de un río o de la costa marina.


Si hace frío, oriente la carpa para recibir sol directo la mayor parte del día. El frente, siempre en posición contraria al viento.
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En un bosque, ubíquese bajo los árboles tupidos y poco altos. Durante una tormenta, ajuste las estacas de la carpa y no permanezca dentro de ella (los árboles atraen los rayos).
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En un predio sin infraestructura, elija un lugar próximo a una fuente de agua.
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Existen pastillas purificadoras, pero si no las tiene, recuerde que el agua se purifica dejándola hervir 5 minutos. O poniendo 2 gotas de lavandina por litro de agua o el doble si ésta es turbia. O también con la tintura de yodo del botiquín: 5 gotas por litro de agua o 10 si es turbia.

En todos los casos, dejarla reposar 30 minutos antes de usarla. El sabor mejora con una pizca de sal o aireándola (volcarla varias veces de un recipiente al otro).


El fuego sólo se hace en sitios permitidos, sobre tierra o arena. Se prepara dentro de un círculo de piedras, con hojas y ramitas del piso.
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La madera verde no sirve porque la savia fresca provoca un fuego de velita de cumpleaños: lento, débil y con chispazos. La combustión se hace con fósforos, nunca con querosén, alcohol u otro producto inflamable.


No fume o encienda faroles dentro de la carpa. Ventílela a diario y, al regresar a casa, séquela bien antes de guardarla, para que no se resquebraje o acumule hongos.
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El piso y el sobretecho deben plastificarse cada dos años, para garantizar su impermeabilidad.
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No olvide llevar un alargue de 10 metros con zapatilla, linternas, hacha, pilas, pala chica (para hacer la canaleta alrededor de la carpa), cuchillo, pastillas potabilizadoras, utensilios de cocina irrompibles y livianos, una garrafa con hornalla (si se va a cocinar), colchonetas (las inflables son mejores), botiquín completo con protector solar, repelente de insectos y gorros.

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