segunda-feira, 26 de janeiro de 2009

La sinfonía del río y las islas
Travesías y paseos por ríos y arroyos y múltiples opciones de turismo aventura en las islas. Precios de hosterías, cabañas y campings.
a>Bajo un cielo soñado, el sol gobierna en solitario sobre la reparadora estampa de islas verdes, río y veleros amarrados. El día auspicioso confirma que el tránsito de embarcaciones seguirá sin pausas al atardecer en los vericuetos que el agua encuentra en el Delta bonaerense. La Primera Sección -la porción correspondiente a Tigre, que ocupa la quinta parte del total de 1.100 kilómetros cuadrados- registra el mayor movimiento de ese festival de prototipos náuticos, que se mueven como inquietas manchas blancas sobre el agua amarronada, mientras peinan la orilla copada por juncos.El surco que la lancha dibuja en el río Luján cuando zarpa del muelle de Punta Chica, en San Fernando, dura lo que un suspiro. Menos botes a remo, enseguida arremeten embarcaciones de todo porte y diseño. Agitan el lecho, para transformar las suaves ondulaciones de la superficie en poderosas olas que sólo se deshacen en las playas, las cercas que resguardan jardines floridos y las raíces enmarañadas de los árboles más añosos.Si las chatas areneras deslizan su figura estilizada por el centro del río y los catamaranes las siguen como custodios involuntarios, los yates, veleros y gomones imitan ese paso silencioso y sin apuro más cerca de los muelles. Hasta ahí, el Delta sereno que acompañan los pájaros con vuelos rasantes, observados con ojos de sorpresa por los turistas.El río y sus habitantes naturales se agitan ante cada frenética incursión de jet sky y motos acuáticas. En el cruce con el Canal de Vinculación, un remolino sólo refrena su impulso a un paso del barco de Prefectura y obliga a bailar a los juncos y camalotes por un largo rato. Enrique conduce con mano firme y las siete butacas acolchadas amortiguan los golpes certeros que el agua asesta a babor y estribor.Esa furiosa presentación del Delta más concurrido es el preludio de la faceta más relajada, un contraste abrupto que asoma al final del primer recodo del río Unión. Siempre enmarcado por el bosque, cuidados jardines, chalés de última generación, casitas de épocas pasadas sostenidas por pilotes, playas de arena y muelles, el río es ahora un plano brillante, inmóvil, que induce a esculturales hombres y mujeres a dorar sus cuerpos sobre la cubierta, la lujosa pasarela de lanchas y yates anclados.Se serenan los ánimosEl repentino cambio de ritmo adquiere glamour en las pulcras instalaciones del hotel y spa Rumbo 90°. Una pareja de no menos de 70 y pico culmina una caminata por senderos que enlazan los jardines con el bosque y la playa, sin acusar marcas de la travesía de dos horas a merced del sol. Con aire de suficiencia, revelan la fórmula a imitar: "Sombrero, agua mineral, repelente y un imprescindible paso previo por el spa".Recurro, entonces, a las delicadas manos de Marta Mercado para sentirme tan saludable como esos envidiables ancianos jóvenes. La sesión de masajes borronea hasta el último resabio de estrés. Media hora después, Ana Cabaña ("soy muy verborrágica", advierte sin concretar la amenaza) recomienda estirar el programa de ocio y placer sin más en el sauna, última etapa antes de arrastrar el cuerpo alivianado hasta la piscina al aire libre construida en un deck. Hombres a la par de mujeres procuran cumplir aquí el anhelo de sanear la mente y el cuerpo.Otra plataforma de madera sostiene mesas sobre la orilla, con vista al río que ya no se distingue por la oscuridad. La cena en este lugar iluminado tenuemente por la luna depara un momento tan íntimo y romántico como en el salón comedor, ambientado con una biblioteca, mesas ratonas, la maqueta de una carabela y un sofá de ratán, típica artesanía isleña.La brisa suave de los sauces matiza la entrada de salmón rosado a la manteca y cebolla morada, servida sobre tostadas de pan de campo. Después, un concierto de grillos parece celebrar la delicadeza del plato principal: patas de conejo salteadas al borgoña, el más que digno anticipo del tiramisú, la especialidad de la casa.Otro día despunta -mientras el aire se va llenando de aromas naturales- y el Delta vuelve a demandar vértigo y adrenalina. Ajustada en su traje de neoprén, Gabriela Díaz llega a las 8 en punto, lista para revalidar sus laureles de sub- campeona del mundo amateur de wakeboard con un par de temerosos principiantes. El río planchado ayuda a animarse, pero no hay caso. Los alumnos se aferran al manillar sujeto a una embarcación y el equilibrio sobre la tabla de surf resulta un logro fugaz, que se deshace cada vez que el conductor acelera. Hombre al agua y a volver a intentar. "Me van a salir buenos. Esto requiere mucha paciencia y práctica", consuela la instructora con su frase de cabecera. Es obvio que los saltos y piruetas quedarán para mejor ocasión. Otros turistas observan divertidos el espectáculo gratuito, plácidamente acomodados de a dos en kayak impulsados por remadas, que insumen más coordinación que esfuerzo.La lucha contra el agua dejó secuelas y el parque del restaurante y hostería Beixa Flor brinda un bálsamo: media hora de recuperación sobre una hamaca paraguaya que se balancea bajo la sombra de plátanos, casuarinas y sauces. Con el espíritu otra vez reconfortado, postergo el almuerzo hasta completar una caminata de 2 km por un tramo agreste de la isla. Un sendero angosto avanza entre cañaverales, puentes muy precarios, ranchos de adobe y paja, casitas con pilotes y galerías y cercos de ligustro, hasta alcanzar el nacimiento del arroyo Abra Vieja.Entre exquisitecesAl regresar, Diego Regnícoli define la filosofía que impera en su casa: "Más que en un restaurante, quiero que aquí todos sientan que están en la casa de un amigo donde dan de comer". De la palabra dulce, el anfitrión pasa enseguida a la acción concreta. Agasaja con una ensalada tibia de gírgolas sobre rúculas, solomillo de pacú en salsa de naranjas y pimienta verde acompañado por papas al romero y -el final a toda orquesta- parfait de chocolate con culis de frutilla, almíbar de caña de ámbar y nuez pecán crocante.Empieza a caer una tímida lluvia de verano, suficiente para que el almuerzo se impregne de perfumes de jazmines de leche y rosas de cinco colores. El jardín parece a la medida para salir a hacer avistaje de aves. Pero aquí son los propios picaflores que se acercan a visitar a los huéspedes. A la manera de insistentes vigías del Delta, golpetean las ventanas con sus picos, indiferentes a una bandada de biguáes que se apodera de la orilla.Queda más entusiasmo que tiempo para completar el circuito en el campo de Bonanza Deltaventura. La jornada gastó sus horas aceleradamente y los reflejos del sol asomados tras el arco iris resurgen débiles. Aquí sí la observación de más de 70 especies de aves es una actividad cuidadosamente planificada. Atrae a ornitólogos experimentados, que -provistos de largavistas y cuadernos- se desplazan guiados por Roxana Di Mécola, la creadora del emprendimiento.El baqueano Ramón recomienda montar al colorado Flash, el caballo más manso de su tropilla. La cabalgata de una hora atraviesa la parte superior de un dique, lo que permite distinguir los matices del Delta tierra adentro. A la derecha se ensancha una franja de monte y hacia el otro lado los sauces se levantan intercalados con zanjones poblados de patos. Los cinco caballos avanzan al paso por un sector de pajonales, cañas tacuara y álamos. Más adelante, el campo abierto por la crianza de búfalos tienta a soltar las riendas y dejarse llevar por el trote y una cabalgata que apura el trayecto final hasta una laguna decorada por camalotes, pájaros chajá y pajonales.Extranjeros de trekkingEl regreso a la casona coincide con la llegada de un contingente de turistas extranjeros, que arrancaron su excursión de trekking comentando maravillas de sus viajes por el mundo y vuelven impactados por otras sensaciones. Esta vez se los nota anonadados por la expansión de jazmines, camelias y hortensias que el Delta les tenía reservada. Saben que se llevan sólo algunos botones de muestra de Tigre, un universo incomparable, gestado en las afueras de Buenos Aires a base de magia y misterios.

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